A quién no le gusta estar en línea? Sentirse liviano, atractivo, ágil, en su peso ideal? No sé a ustedes, pero a mí, me encanta. Y durante muchos años este fue uno de los temas que más tiempo- por lo menos en mi cabeza, ocupaba. Podría alegar muchas cosas a mi favor, pero no vendría al caso. Y además, me sigue importando! J
En este caso, quiero compartirles sobre otros aspectos que (me) hacen perder la línea, y son mucho más molestos que los del punto anterior que, claramente están relacionados,en principio, con algo externo, la imagen que tengo, que doy, que quiero mostrar, etc.
Así que, por si a alguien le es de utilidad, les comparto de corazón algunas prácticas, ideas, rutinas y “pequeños grandes” trucos que cuando pierdo la línea, la otra, la de adentro, la más importante, me ayudan a volver. Y funcionan, juro que funcionan!
Para quienes me conocen, saben que soy práctica. Si. Necesito pasar por la experiencia para entender lo que leo, estudio, escucho. Sino, es la nada misma para mí.
En esto de “estar en línea”, se lee mucho por ahí eso de “volver a uno mismo”, “estar para adentro”, escucharse, y algunas otras palabras que invitan a lo mismo, y que, acuerdo, no hay otra opción. “La salida es para adentro”.
Entonces, eso quiero compartir. Qué es el “para adentro” para mí. Y acá voy.
Ir para adentro para mi es:
– Parar. Literalmente parar de hacer. Parar para poder aquietar el cuerpo y la cabeza, para dejar de estar “para y con los otros” para “estar conmigo” y ver qué pasa. Cuando paras de verdad, no te queda otra que encontrarte ahí con vos.
– Y ahí viene otra parte, no tan fácil. Encontrarte (me, siempre) para preguntarte Qué siento? Cuál es mi emoción? Qué me pasó? Qué me preocupa? Qué me enoja? , etc, etc,
– Permitirme conocerme. Conocerme de verdad. Y para esto, requerimos mirarnos amorosa pero sinceramente. Como reaccionamos, como hablamos, como pensamos, como sentimos, como nos vinculamos, que hábitos elegimos, y así, tanto, tanto que tenemos velado por un relato de quienes somos!!! Y para conocernos de verdad, hay que dejar el relato de lado y empezar casi de cero.
– Dejar de echar culpas a otros, a cualquier otro. Somos absolutamente reflejo de las relaciones y situaciones que vivimos. Entonces, la pregunta antipática pero posibilitadora para mí es ¿Qué tengo que ver yo con esto que estoy viviendo? (Y más difícil aún es hacerme cargo!)
– Registrar cuantas cosas me estoy callando por miedo a lo que el otro diga, piense o sienta.
– Generar(me) la posibilidad de decir, escribir, sacar eso que pesa y que a veces llevamos años y años!!! ( me encanta repetirme una frase que alguna vez aprendí que es : “Nunca más voy a dejar de decir lo que tenga para decir”. Obvio, cuidando el modo, para que no sea peor el remedio que la enfermedad!
– Dejar de sonreír para agradar, disimular, cuidar a otros.
– Atender mi cuerpo físico lo más conscientemente que puedo. Hacerme cargo de todo lo que consumo, en todos los sentidos.
– Permitirme hacer las cosas que me gustan y me generan plenitud, por sobre las que hago por compromiso.
– Animarme a meterme, con ayuda tal vez, en aquellas situaciones de mi historia en donde se abrieron las grandes heridas, para destrabar aquella emoción que ahí se quedó. Para qué? Para que no me siga sangrando la herida en situaciones actuales que nada tienen que ver con aquello, pero duele como si lo fuera! Y en todo caso, estar más consciente de cuales fueron esas heridas.
– Ocuparme más de mí que de los otros.
Y en este particular momento, en donde sin duda como humanos estamos expandiendo aún más la consciencia de quienes somos, estar en línea es permitirme revisar y crear mis nuevas creencias – valga la redundancia- absolutamente sobre todo.
Revisar todos los mandatos conocidos, y con mucha consciencia elegir que sirve de eso, y que ya no.
Todos nos merecemos “estar en línea”, y para eso, ya sabemos, somos únicos autores de nuestra vida.
“No creas nada, no importa donde lo leas o quien lo dijo. No importa si lo he dicho yo, a no ser que esté de acuerdo con tu propia razón y sentido común.” Siddarta Gautama, Buda.
Los abrazo, Moni